A José Antonio Labordeta

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Tu vida fue la del cierzo
encarnado en una voz recia,
en un corazón limpio y solidario,
en el alma de Aragón,
y en la de todo ser humano
de cualquier etnia y condición
que se se ha visto reflejado
en tu amor y en tu llanto
por todos los pobres
y los que quedaron atrás,
todos los emigrantes,

los campesinos, los pequeños,

los machacados por
los grandes proyectos
de los poderosos
que se olvidan del Pueblo.
Gracias, hermano.
Seguiremos cantando y soñando
que otro mundo es posible.

Seguiremos aprendiendo

de tu ejemplo de profesor sabio,

de político honesto y sincero,

de peregrino a pie,

por las tierras de España,

abriéndonos los ojos

a las bellezas del paisaje

y, sobre todo,

las del paisanaje.
La gente, toda la gente,

fue el objeto

de tu amor más profundo.

Descansa en paz,

compartiendo ya,

en la mesa del Padre,

ese pan que cantabas en tu

"Canto a la Libertad".

Te hemos querido,

te queremos hoy,

y te querremos siempre.